REVOLUCIÓN (HISTORIAS DEL FUTURO)

 Entonces ahora había dos mercados en la industria del deporte: partidos de robots por un lado y partidos humanos del otro. La combinación de cyborgs, humanos, con todas sus probables opciones todavía se estaban investigando, pero ya aparecían noticias anunciando los avances e invitando al debate social para tener métricas de como insertar estas nuevas prácticas al mundo.

De pronto uno de los partidos más esperados toma lugar a trescientos kilómetros sobre el nivel del mar en una plataforma flotante donde las naves y cohetes de propulsión novedosa trajeron a todos los equipos técnicos, público, jugadores y satélites, camaras móviles, todo un despliegue como se esperaría en una sociedad solucionada tecnológicamente. Ese día casi todos los ojos y sensores estaban puestos en ese estadio donde había sesenta mil espectadores, humanos y no humanos, cyborgs e incluso especies vecinas que les interesaba el intercambio cultural y no se iban a perder la nueva versión del coliseo.

Esta vez le tocaba brillar a los nuevos sintéticos: los dos mejores equipos de robots en una final donde las expectativas eran el límite de la imaginación. El partido comienza a una velocidad máxima dictada por las reglas de la federación de la nueva disciplina: una velocidad asombrosa pero que el ojo humano podía disfrutar sin mucho esfuerzo (el ojo más lento del público).

Luego de treinta minutos de adrenalina, voltajes y metal caliente la pelota queda parada en un punto donde el axis de la misma (medido con precisión científica) queda justo entre la línea de gol y no gol. Entonces, el árbitro sintético, los sensores y las cámaras, asistidos a veces por humanos y otras especies, tenían que tomar una decisión en tiempo real ya que todos los robots deportistas habían sacado la conclusión de no tocar la pelota ya que al no saber si era gol o no, debían esperar la decisión del árbitro para continuar leyendo instrucciones.

La información le empieza a llegar por aire al procesador del juez sintético: números, cálculo, medidas, repeticiones, simulaciones, teorías, varias conclusiones y decisiones posibles con sus consecuencias futuras contemplando repercusión social, emocional, finanzas de la industria y empresas involucradas hasta también un comentario de un humano experto del rubro diciendo "cobra lo que te parezca rápido y seguí porque enfrías todo, que no te importe lo que piensan los demás" (consejo sabio como no habría otro, aunque una vez alguien dijo que los consejos son para dejarlos).

Entonces el árbitro luego de que la información dejara de aparecer, determinando así que todos los datos disponibles se habían juntado sumado a sus propios datos, se encontró con el equivalente al un techo: la escala de Planck. 

Así de pronto en siete segundos, los cuales para el público y los deportistas fueron tres vidas de dolor y tristezas experimentadas en un viaje psicodélico, expresó su juicio desde su autonomía adquirida por el permiso humano: "Ambos equipos anotan. El partido está empatado, pelota al centro y a esperar el sonido de tiro".

De pronto el ruido sacude el aire: gritos, sonidos, frecuencias y energía de descontento, frustración, sorpresa, una sociedad emocional expresando tanto a la vez que no hubo micrófono que no distorsione, aunque esa distorsión fue cancelada por IA y el sonido salía limpio, escuchándose así por las transmisiones un coliseo enojado a punto de fracturar metal, cemento y probablemente al juez.

La federación contemplaba el caso: "Regla N°123.B.x9: En caso de que la escala de Planck no pueda sobrepasarse siquiera en teoría e investigaciones, de resolver un imprevisto el juez tendrá el poder administrativo de modificar reglas de juego en tiempo real siempre y cuando estas estén alineadas con la ética, moral y objetivos de la práctica de este deporte y las partes involucradas."

Entonces el orden universal tomó forma nuevamente: entropía. Robots, aliens, humanos, cyborgs es decir todos empezaron con un comportamiento donde (para la época) retrasaron la sociedad mil años en quince segundos. Por supuesto las autoridades y la seguridad en breves momento contuvieron el caos e invitaron cordialmente a la armonía. Quién diría que la armonía a veces duele y cuesta vidas. 

Lo triste quizá, al menos para mi, eran las criaturas más pequeñas: aquellos que recién llegaban a esta realidad material y tenían ilusión por ver a sus ídolos en una guerra de las menos violentas donde en vez de sangre podría haber algún capacitor volando. 

Los medios ahora tenían comida en bandeja y la procesaron de la más tentadora forma para entregarla en la puerta de cada sensor, sentido biológico y dispositivo disponible. Ahora era cuestión de tiempo: "Revolución inminente en la sociedad utópica: más de la mitad de los recursos se están destinando a empujar los límites de la escala de Planck, dejando poblaciones con sustento de nivel basal.

El pronóstico de una revolución de ese tipo (espontánea) eran de cero coma cinto por ciento según la mejor proyección. 

A veces un cinturón negro también cae en la trampa mortal: helado. Y al caminar en busca de aquél placer subjetivamente merecido la más remota posibilidad puede tomar forma material: una baldosa en mal estado empujada por alguna raíz lejana cuyo sensor se dañó por la humedad entre cambios de temperatura y composición ambiental oscilante.

Antes de tocar el suelo su cuerpo lo supo: la otra pierna, poseída de tanta práctica y fortaleza, salvo al atleta místico de una caída, para continuar su marcha como si nada hubiera pasado. 

Preparación. El balance entre la preparación y la práctica puede llegar a ser la unica práctica que contemple hasta los resultados más absurdos e inesperados al caminar el camino.

Una figura cinemática alguna vez dijo: "Hay una diferencia entre conocer el camino y caminar el camino". Antes el miró sabiendo que frente a él tenía no sólo Arte sino verdad. Y la verdad a veces no se siente hasta que la gravedad nos manda esa señal a nuestros nervios indicándonos que estamos acá porque algo nos dió permiso para jugar y no hay regla que la verdad no tenga contemplada. 

La verdad puede ser traición, felicidad y hasta lujuria. Pero una mentira siempre se paga caro y pareciera haberse vuelto natural pagar para que algo no nos duela aún sabiendo que las cuentas van a ser ajustadas acá o allá así que caminamos temblando por no saber cuantas reglas rompimos por nuestra autonomía imperfecta. El límite humano se sufre pero se valora y siempre se paga caro el próximo escalón evolutivo.

El monje comiendo helado miró el partido de re ojo en una pantalla del parque. Lo miró apenas, movió su cabeza hacia ambos lados y siguió su camino porque sabe que el camino también es preparación. Y él se prepara para algo más importante que el camino.

FIN.   

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